jueves, 29 de mayo de 2025

GAZA. A LOS MUERTOS NO SE LES DETIENE

 GAZA. A LOS MUERTOS NO SE LES DETIENE


Dionisio Giménez Plaza

El olor a muerto llega desde el Parque Leopoldo de Bruselas, se adentra por la Rue Wiertz, baja la de Montoyer como un vendaval que lo impregna todo de una pestilencia insoportable. Las moscas, negras y grandes, revoloteaban sobre los cadáveres, amontonándose en la boca de los muertos, en los ojos y las fosas nasales de niños y grandes, vestidos con harapos, calzados con lo más rudimentario, tendidos en las aceras, bordeando las fuentes y los árboles. Muchos de los cuerpos tumefactos yacen sin extremidades, otros conservan en los ojos el instante de la deflagración, otros parecen muñecos aplastados por una mole de acero. Son 60.000 cuerpos que han devenido en un macilento oscuro, como el de las manzanas podridas, sin remedio. Un eral nauseabundo rodea Bruselas bajo un cielo espeso y maloliente del color ladrillado del plomo y de la pólvora. Y por todas partes la sangre. Sangre que emerge de las piras de los muertos, que se une y bifurca en una red que, lentamente, se hace río, aluvión rojo e imparable que golpea las paredes del Parlamento Europeo, rodeándolo con un cinturón hecho de sudarios blancos, algunos tan pequeños que parecen remiendos de urgencia. ¡Precisamente hoy, Día de las Flores, cuando Bruselas se prepara para alfombrar con 700.000 flores traídas de Gante a la Grand Place de la capital! ¡Hombre, no! ¡Por Dios! ¡Hoy no! ¿Qué hacen estas osamentas en el paraíso artificial de Europa? ¿Cómo han llegado hasta aquí los muertos de Gaza? Nadie lo sabe. Pero ahí están en el lugar de las Declaraciones Pomposas, de las Palabras Inútiles y del Gesto Atroz de la Indiferencia. Han recorrido 3.274 kilómetros, desde las fosas comunes de Gaza hasta el corazón pétreo de Europa, para decirle a sus señorías del PP europeo que ellos también han muerto, y que son el último vómito de un esperpento, alejados como están de aquella Declaración de Roma, donde lo importante es la vida. Por esa condición los muertos de Gaza se han saltado el protocolo, han invadido el Consejo, la Comisión y el abanico del Parlamento, para dejar impregnado en el mármol el olor metalizado de la sangre. Nadie los ha detenido, porque a los muertos no se les detiene. Todos a una, como una lava imparable de sangre y ruina han tocado a la puerta de los 27, han dejado las calaveras, las tripas y los sueños sobre los archivos, las mesas y en los ordenadores.  Y no solo eso: han bajado hasta al Parlamento y han ocupado los escaños de los 720 eurodiputados, donde han dejado la enormidad de una mancha de sangre en las posaderas, el más fiel retrato de la bárbara cobardía de los que ocupan la plaza.


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