martes, 25 de febrero de 2025

Bergoglio Papa Francisco

 FRANCISCO: EL PAPA QUE INTENTÓ DESMONTAR EL SOMBRÍO LEGADO DE WOJTYLA Y RATZINGER

Francisco ha significado un soplo de aire fresco en la iglesia católica. Tras la nefasta herencia de Wojtyla y Ratzinger, que promocionaron el integrismo e intentaron revertir el espíritu reformista del Concilio Vaticano, el papa argentino ha impulsado cambios que han encendido la esperanza de los cristianos fieles al evangelio. Muchos habrían deseado que llegara más lejos, pero la oposición interna lo ha impedido. Sin embargo, Francisco deja un legado fructífero: defensa de los derechos humanos y el medio ambiente, severas críticas a la economía capitalista, gestos de solidaridad con las mujeres y la comunidad LGTBIQ+, firmes condenas de las políticas antiinmigración, llamamientos a la paz en Gaza, Ucrania y otros países devastados por la guerra. Las medidas de Francisco contra grupos integristas como el Opus Dei y Sodalicio le han atraído las iras de los fundamentalistas, que le han llegado a desear la muerte. Sin embargo, se ha ganado las simpatías de muchas personas que se habían alejado de la iglesia católica, pero simpatizan con el mensaje evangélico o, simplemente, apoyan las causas humanitarias y las libertades democráticas.

Si la iglesia católica comete el error de elegir como nuevo papa a un conservador, su porvenir quedará definitivamente ligado a la ultraderecha y el nuevo fascismo liderado por Donald Trump. “Es un honor ser llamado revolucionario”, declaró Francisco al ser acusado de comunista. Los sectores más reaccionarios de la iglesia lo consideran un hereje por bendecir a los homosexuales y por afirmar que “el capitalismo desenfrenado de las últimas décadas ha dilatado el foso que separa a los más ricos de los más pobres, generando nuevas precariedades y esclavitudes. Mientras en ciertas partes del planeta se ahogan en la opulencia, en otras, no se tiene lo mínimo para sobrevivir". Francisco ha alzado la voz contra las consecuencias de la revolución neoliberal: "He visto la paradoja de una economía globalizada que podría alimentar, curar y alojar a todos los habitantes que pueblan nuestra casa común, pero que, como indican algunas estadísticas preocupantes, concentra en las manos de poquísimas personas la misma riqueza que es la prerrogativa de cerca de la mitad de la población mundial”.

Francisco invita a los ciudadanos, cristianos o no, a movilizarse contra las injusticias.  Urge "tomar conciencia de la gravedad de los problemas, pues no basta un poco de bálsamo para sanar las heridas de una sociedad que trata muchas veces a todos y a todo como mercancías, mercancías que, cuando se vuelven inútiles, son tiradas a la basura, en la cultura del descarte de la que tantas veces hablé”. Sin miedo a  provocar las iras de la ultraderecha cristiana que apoya a Israel en su brutal ofensiva militar contra el pueblo palestino, ha declarado “lo que está sucediendo en Gaza, que según algunos expertos parecería tener las características de un genocidio, debería ser investigado con atención”. Más adelante, ha añadido: "No es una guerra, es terrorismo".

Suceda lo que suceda después de la muerte de Francisco, su mensaje perdurará. No solo como un testimonio cristiano, sino como la expresión de humanismo comprometido con la utopía de un mundo menos violento y desigual: "la esperanza es nuestra ancla y nuestra vela. Con ella salgamos a peregrinar hacia la construcción de ese mundo más fraterno con el que soñamos, en el que la dignidad del ser humano prevalezca sobre cualquier división y en armonía con la Madre Tierra". Francisco ha encendido la vela de la esperanza. Ojalá otro papa no la apague, iniciado un nuevo período de corrupción e intransigencia similar al que impuso Wojtyla con la ayuda de Ratzinger. El mundo necesita líderes morales, no inquisidores.

Rafael Narbona Monteagudo.



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