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lunes, 11 de agosto de 2025

Deja el Otoño

Otoño abre luces que el tiempo

retuvo en su índice programado,

que trae, el deterioro sin pausa

de los finitos verdes forestales

...deja Otoño,

hojas marchitas mecidas al viento

que caen sin remedio alguno,

apresurando el desnudo

de las ramas erguidas, que semejan

a trasluz, la renuncia sin freno

que Otoño,

melancólico y seguro lleva.

Díaz Casares


https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/siete-paisajes-huesca-para-disfrutar-otono_21202

El poema de Díaz Casares, "Otoño", es una profunda reflexión sobre el paso del tiempo, el deterioro y la melancolía que a menudo acompañan a esta estación. A través de una serie de metáforas y un lenguaje evocador, el autor explora la inevitable llegada del final y la belleza intrínseca que se encuentra en la decadencia.

El poema comienza con una personificación del otoño, al que se le pide que "abra luces que el tiempo / retuvo en su índice programado". Esta imagen sugiere que el otoño no es un evento aleatorio, sino una etapa predestinada y ordenada por el tiempo. Es el momento en el que se revela la verdad, la cruda realidad del "deterioro sin pausa" de la naturaleza, simbolizado por los "finitos verdes forestales" que se desvanecen.

La segunda parte del poema se centra en las hojas marchitas, que son un símbolo universal del otoño y del final de un ciclo. El autor las describe como "mecidas al viento / que caen sin remedio alguno", enfatizando la inevitabilidad de este proceso. La caída de las hojas no es solo un fenómeno natural, sino una metáfora de la renuncia y el desnudo que experimentamos en la vida. Las ramas que quedan desnudas "semejan a trasluz, la renuncia sin freno", una poderosa imagen que conecta la vulnerabilidad de la naturaleza con la resignación humana.

El poema concluye con una afirmación de la naturaleza del otoño: "melancólico y seguro lleva". La melancolía es la emoción dominante, pero se equilibra con una sensación de seguridad y certeza. El otoño no se lamenta de su destino; lo acepta con una quietud serena. Esta dualidad es el corazón del poema: la tristeza por lo que se pierde (los verdes, las hojas) convive con la paz de saber que es un proceso natural y necesario.

En resumen, el poema utiliza el otoño como una lente para examinar temas universales como el paso del tiempo, la decadencia, la renuncia y la aceptación. A través de un lenguaje poético y lleno de imágenes, Díaz Casares nos invita a contemplar la belleza melancólica de los finales y a encontrar una cierta serenidad en el inevitable ciclo de la vida y la muerte.




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