Podemos distraernos
con las lágrimas que lubrican
los dolores del pasado,
dejando en los ojos miradas
con asombro contenido
o lanzando palabras
que los labios desconocen
pero; todo depende
del Tiempo,
fugaz, misterioso
en sus estrictas sentencias.
Díaz Casares
Qué evoca el poema
El poema, junto a la imagen de un reloj semienterrado en la arena, evoca una profunda reflexión sobre el **paso del tiempo** y su relación con el **dolor y los recuerdos.
La inevitabilidad del tiempo:
La imagen del reloj, un medidor del tiempo, siendo consumido por la arena (como en un reloj de arena gigante) sugiere que el tiempo avanza de forma implacable, enterrando el pasado.
El refugio en el dolor:
Los primeros versos hablan de "distraernos con las lágrimas", lo que sugiere que a veces nos aferramos al sufrimiento pasado como una forma de sentir algo, aunque sea doloroso. Es una manera de no olvidar, pero también de no avanzar.
La impotencia ante el destino:
El poema concluye que, sin importar cómo intentemos lidiar con nuestros recuerdos (con tristeza, asombro o palabras vacías), al final todo está sujeto al "Tiempo". Este es descrito como una fuerza "fugaz" e incontrolable que dicta sus "estrictas sentencias", decidiendo qué sana, qué se olvida y qué perdura.
En resumen
El poema transmite una sensación de melancolía y resignación ante el poder del tiempo para sanar, pero también para dictar el final de todas las cosas, incluidos nuestros dolores más profundos.



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