Siempre de paso
las secuencias
que vive
el límite humano.
Van llegando
horas que oprimen,
remitiendo lo vivido a
disturbios pasados.
Ellas traen retos nuevos,
marcando sin pausa
que lo hecho queda y
al pasar, nos deja
su huella en las galerías
misteriosas de la mente,
donde adolece, marcando
con su esporádica luz
los recuerdos.
Díaz Casares
Este poema evoca una profunda reflexión sobre la naturaleza transitoria y cíclica de la vida humana, el paso del tiempo y el impacto duradero de nuestras experiencias en la memoria.
La fugacidad de la vida:
La frase inicial, "Siempre de paso", establece un tono melancólico y reflexivo. Sugiere que la existencia es un viaje efímero, una serie de "secuencias" que vivimos dentro de nuestras limitaciones humanas.
El peso del pasado y los nuevos desafíos:
El poema habla de "horas que oprimen", refiriéndose a momentos difíciles que nos conectan con "disturbios pasados". Sin embargo, estas mismas horas también "traen retos nuevos", lo que implica un ciclo constante de superación y aprendizaje.
La permanencia de la memoria:
A pesar de que las experiencias pasan, dejan una "huella" imborrable. El poema utiliza la metáfora de "las galerías misteriosas de la mente" para describir la memoria, un lugar profundo y complejo donde los recuerdos persisten.
La naturaleza del recuerdo:
Los recuerdos no son constantes, sino que aparecen con una "esporádica luz". A veces duelen ("adolece"), pero también iluminan nuestro presente, marcando lo que fuimos y lo que somos.
En conjunto
El poema transmite una sensación de nostalgia y contemplación. Nos invita a pensar en cómo el pasado, con sus alegrías y dificultades, moldea nuestra identidad y cómo la memoria actúa como un archivo vivo que ilumina nuestro camino de forma intermitente. La imagen de fondo, con su camino descendente hacia un pueblo costero bajo un cielo nublado, refuerza esta atmósfera de introspección y viaje a través del tiempo.


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